Baix la Mar parece un barrio moldeado para el turismo, pero antes sus calles estaban llenas de servicios y establecimientos del vecindario y para el vecindario. Carpinterías, zapaterías, almacenes… Parece mentira, pero lo que era difícil de encontrar eran bares y restaurantes. Hoy, el barrio marinero de Dénia concentra una oferta hostelera como en pocos sitios, pero hace 50 años había mucha carencia, lo que seguramente motivó a abrir el primer gallego del lugar.
Tasca El Gallego es uno de esos establecimientos que creó el barrio. O era, pues esta semana ha bajado la persiana por última vez. El establecimiento regentado por José Montes desde hace 25 años ha visto evolucionar sus calles entre servicio y servicio. Vivió la era en la que el turismo prefería otras zonas de Dénia, también la remodelación y peatonalización de las calles, y el deterioro de los negocios vecinos que no tenían espacio en el nuevo modelo de negocio de Baix la Mar.
De costa a costa
José llegó a Dénia procedente de una familia humilde de Galicia que vivía del campo. Se decidió a dar el paso porque le dijeron que aquí se vivía muy bien, aunque bromea con que hace mucho calor. Durante muchos años se curtió en la hostelería de la ciudad, habiendo trabajado en un gran número de establecimientos, como el Restaurante Mena. Finalmente, se le presentó la oportunidad de conducir el gallego de Baix la Mar que ya tenía un cuarto de siglo de vida. Así, se hizo cargo de la Tasca Gallega, rebautizándola como Tasca El Gallego.
En Dénia conoció a su mujer, Juana María, con la que desde hace 25 años ha regentado la Tasca. Un cuarto de siglo da para mucho: para presenciar la bonanza hostelera de los alrededores (ya no era ni el único gallego del barrio), pero también el declive de los negocios que tenían «el descaro» de no estar enfocados al turismo. Su calle, de las pocas donde sigue habiendo circulación de vehículos, es un cementerio de negocios. Muchos sueños convertidos en escaparates polvorientos y rótulos quemados por el sol. Pero ellos siempre han funcionado.
¿A qué se debe ese éxito? José lo tiene claro, la mimada oferta puramente gallega era única en el lugar. Se adaptó a los gustos de sus clientes, como con el auge del tapeo, pero siempre insistió en aquello que sabía hacer: los productos y sabores de su tierra natal. «¿Para qué voy a hacer arroces si aquí hay muchos que los hacen?», se preguntaba, bromeando: «Que hagan arroces los valencianos».
El adiós de El Gallego
Esta semana, Tasca El Gallego ha cerrado para siempre rodeada de todos los amigos que a lo largo de tantos años han hecho José y Juana María. El suyo no es un final triste. De hecho, puede que sea el único final feliz de la calle, pues la persiana bajará para que sus dueños puedan disfrutar de su merecida jubilación.
¿Y cuando vuelva a abrir? Lo que fuera un restaurante emblemático se convertirá en una churrería, otro de esos negocios que cuando están de moda brotan en cada barrio turístico.