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SPE A 11 Marina Alta: ¿ME DAS UN ABRAZO?

13 de octubre de 2010 - 00:00

Rosa María Vicens Escandell
Profesora especialista en Orientación Educativa (S.P.E. A-11)


Un día llamaron a la puerta de mi despacho en uno de los centros que atiendo… era un niño de 7 años, abrió la puerta y me dijo: “Por favor, ¿me das un abrazo?”. Sólo pensé… ¿qué estamos haciendo mal? Y, por supuesto, se fue con su abrazo.

¿Cuántas veces habéis frotado la tripita a vuestros hijos cuando se quejaban de dolor?, ¿cuántas veces habéis puesto vuestra mano en su frente cuando tenían vómitos?, ¿cuántas veces habéis puesto la mano en su espalda cuando tosían en una noche fría de invierno?...

¿Nunca habéis pensado por qué buscabais el contacto con ellos cuando estaban malitos?, ¿por qué esa mano producía en ellos una mejoría? El contacto humano produce esos efectos, somos seres socializados y socializantes, buscamos el contacto con los demás porque nos sentimos solos, porque necesitamos a los otros para vivir, necesitamos de los demás porque es el medio que tenemos de demostrar nuestra pertenencia a este gran grupo social llamado humanidad.

La sociedad, el aprendizaje y el cambio de escalas de valores hacen que cada vez rehuyamos de forma más ostensible el contacto con los demás, de forma que nos vamos individualizando hasta tal punto que nos sentimos como miembros aislados de un grupo que apenas se comunica, que apenas se sienten, que apenas se rozan.

Los niños, su ingenuidad, su falta de prejuicios, su falta de programación, sienten que les falta algo que no saben explicar, un abrazo, una muestra de cariño, sentirse queridos, sentirse valorados, aceptados, amados… Los adultos hemos perdido/ocultado/reprimido esa capacidad que tenemos de comunicarnos por medio de nuestro cuerpo, de la cercanía, hemos pensado que lo que nos diferencia del resto de especies del reino animal es la inteligencia, y, permitid que disienta, lo que nos diferencia del resto del reino animal es la capacidad de sentir y de comprender y expresar esos sentimientos, la capacidad de dar un abrazo, un beso, una caricia, conscientes de que lo que estamos haciendo es un acto de amor. Demasiados prejuicios, demasiado ocupados con nuestras cosas para tomar a nuestros hijos en brazos y acariciarles el cabello, abrazarlos, decirles cuánto les queremos, demasiado preocupados por las notas, el rendimiento, los estudios, la hipoteca, el plazo del coche, el jefe… demasiado “ocupados” para ocuparnos del bienestar afectivo de nuestros niños.

No os voy a dar consejos, pero no me gustaría que un día os arrepintierais de no haber hecho todas esas cosas, no me gustaría que cuando le pregunte a un niño qué es lo que más desea en el mundo me contestara que un abrazo de su padre, no me gustaría tener niños tan “socializados” que no fueran capaces de dar y demostrar amor…

Los problemas afectivos constituyen el porcentaje más alto de las problemáticas que día a día presentan nuestros niños y nuestros jóvenes… las emociones se reprimen y ello crea un conflicto interpersonal que acompaña al ser humano durante toda su existencia.

La vida es mucho más que conocimientos, la vida se llena con pequeñas cosas, si estáis en casa, si llegáis ahora a vuestro hogar cansados por un duro día de trabajo, acercaros a vuestros hijos, tomadlos en vuestros brazos, abrazadlos fuerte, con calidez, sintiéndolos y decidles lo mucho que los amáis, dadles la oportunidad de que hagan lo mismo con vosotros; lo demás, ya llegará.

1 Comentario
  1. Pitufa dice:

    ¡Hola!,

    ¡Bravo por el artículo y por la labor de la Pedagogía en las familias!

    Yo muchas veces acudo a artículos o programas, donde buscar ayuda y ampliar conocimientos sobre educación en la familia.

    ¡Buen trabajo!


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