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Opinión de Susana Mut: «Verles nerviosos por sus familiares y amigos aún residentes allí, nerviosos por cómo van a ser tratados sus hijos aquí, es realmente conmovedor»

06 de abril de 2022 - 14:53

La actual guerra en Ucrania nos toca muy muy cerca del corazón a todos. ¿Quién no tiene un amigo, un vecino o un alumno ucraniano o ruso? Verles, a unos y a otros, nerviosos por sus familiares y amigos aún residentes allí, nerviosos por cómo van a ser tratados sus hijos aquí, es realmente conmovedor.

Que en el S. XXI tengamos que explicar a nuestros hijos que un señor ha decidido empezar una guerra, por motivos muy discutibles y difíciles de entender, que oigamos en las noticias que están muriendo incluso niños. Que se estén llevando a cabo verdaderas masacres humanas, es tan lamentable, tan incomprensible y tan triste.

Y mientras tú como madre intentas explicar de la mejor manera a tu hija lo que está sucediendo, no tan lejos de aquí, pero intentas tranquilizarla, diciéndole que, por suerte, nosotros vivimos en otro país. Un país democrático, en el que no manda un sujeto así, te encuentras con una madre que está rota por dentro pues aunque no vive ya en Rusia ni apoya en absoluto lo que está pasando, incluso tiene familia en los dos países. Está profundamente preocupada por cuál será el trato que reciba su pequeña, únicamente por su procedencia. Bastante están pasando las familias como para encima tener que preocuparse de qué le dirán a sus hijos en el colegio o en el instituto.

Ahí es donde nuestra labor cobra todo su sentido. Nuestra labor como padres y como docentes, en mi caso, es asegurarnos que bajo ningún concepto se vaya a marcar a una criatura por su procedencia, que no se le va a hacer responsable de nada. Debemos intentar limitar las noticias que oyen al respecto nuestros pequeños y dejarles explicar aquello que han oído y explicarles de forma sencilla las dudas que muestran al respecto.

Mientras lo habitual es que oigamos a padres y maestros quejarse de la ratio, esa famosa ratio que hace que nuestras aulas estén repletas de niños, y que los maestros se quejen, nos quejemos, de no poder atender de la mejor manera a nuestros pequeños, mira por dónde, ahora esa famosa ratio se ha incrementado en 2,5 alumnos por aula por la espera de refugiados ucranianos, y nadie se queja, todo lo contrario, en este caso parece que todos y cada uno de los maestros están esperando, deseando, que lleguen esos pequeños procedentes de Ucrania, y así, poner su granito de arena contra esta guerra absurda.

Y los alumnos encantados, ilusionados, con su inocencia y su elocuencia típica explicando que van a tener amiguitos nuevos, que vienen de Ucrania a sus clases a ser felices, a jugar, a poder dormir tranquilos. Que hablan otro idioma, pero que no pasa nada, que con señas nos entendemos todos. ¡Cuánta razón tienen!
Ver la cara de felicidad de estos nuevos alumnos, que aunque no hablan nuestro idioma, se hacen entender y nos entienden, ver la alegría con la que cada día vienen al colegio, y ver la cara de felicidad de sus nuevos compañeros, tan felices de poder ayudarles, jugar con ellos, enseñarles el idioma, hacerles la vida un poquito más feliz, eso, eso no tiene precio.

Pues sí, es maravilloso ver cómo de cosas horribles salen cosas tan maravillosas. Ojalá esta barbarie acabe pronto y no se vuelva a repetir.

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