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¡Más madera!: La historia de Manuel Soler y la xiloteca más grande de España

05 de diciembre de 2020 - 07:00

Oculta entre las pequeñas calles de Les Rotes, a escasos metros del mar, se encuentra una gran parcela de las que todavía respetan la vegetación del lugar. Donde se atisba lo que en otros tiempos era la zona, de la que ahora se ha adueñado el cemento. Grandes y frondosos árboles entre los cuales vive Manuel Soler, en una idílica cabaña de cuento que él mismo se construyó a poca distancia de su más preciado tesoro. Pese al desconocimiento de la mayoría de vecinos, al fondo del terreno, en otra casa de madera también salida de sus manos, se esconde la xiloteca más grande de España.

“Pero, ¿qué es una xiloteca?”, fue lo primero que, lógicamente, me pregunté cuando me avanzó la historia mi compañero. Mi basto conocimiento de griego me hacía intuir que estábamos, como cuando hablamos de una biblioteca, ante una colección. Ahora bien, ¿de qué? ¿Qué es ese xilo que despertó tanto interés en su dueño?

Cuando llegamos al lugar, un pintoresco paraje con grandes pinos, nos adentramos hasta el fondo donde, en una cabaña de madera, con el anunciador cartel de Xiloteca junto a la puerta, nos esperaba Manuel y su perro Caco. Dentro encontramos una estancia llena de estanterías en las cuales, en lugar de libros, se exponen miles de maderas perfectamente etiquetadas. Eso era xilo, disculpadme, y ésta es la historia de Manuel, la cual es preciso conocer para entender el porqué de su colección.

Años de transportar elefantes, esquivar minas y pelear contra piratas

Manuel Soler, ahora con 87 años y único habitante del lugar junto a Caco, fue capitán de la marina mercante durante 38 años. Transportó gran variedad de mercancías, desde petróleo hasta, en una ocasión, 3 elefantes que llevó a Sevilla para el Circo Price, recuerda divertido. Pero la gran mayoría de viajes los hacía transportando amoníaco, lo cual le obligó a depender de una estricta medicación por la exposición, que, como él mismo cuenta, “era casi peor que la enfermedad” ya que provocó pérdida de visión a gran parte de la tripulación.

En su amplia experiencia tuvo que navegar esquivando minas, que flotaban olvidadas tras la guerra de Vietnam, e incluso vérselas en más de una ocasión con piratas.

Esto último despierta mi interés, ya que, ¿qué hay mejor que una buena historia de piratas? Manuel nos cuenta cómo tuvo que soportar distintos intentos de abordaje en sus pasos por Nigeria. En una ocasión, logró un asaltante introducirse sigiloso en su barco por el escobén, que es la abertura del casco por donde pasa la cadena del ancla. Por suerte, lo detectaron y rápido lo detuvieron. “Le dieron varias bofetadas y trompazos y saltó del barco”, dejándose tras de sí su cuchillo que a día de hoy todavía conserva Manuel. Pero también explica que otros barcos no tuvieron tanta suerte, pues en varias ocasiones retuvieron a compañeros, incluso llegando a asesinar a los capitanes tras lograr hacerse con las llaves de las habitaciones donde guardaban el material y la carga.

Desde los 55 años disfruta de la jubilación, en parte por el régimen del mar en parte por los mencionados problemas que sufrían los que transportaban sustancias como el amoníaco, que más tarde les "compensaron" reduciéndoles la vida laboral. Y lo hace en Dénia, en la parcela descrita al principio, pese a ser natural de Sueca. Decidió trasladarse a vivir a la Marina Alta después de pasar largos permisos junto a un compañero acampado en Les Rotes, cuando aún era “bosque”. Eso le llevó a apreciar el paisaje y paz que respira el lugar, por lo que decidió adquirir un trocito de la zona.

"¡Más madera!"

Pero la pregunta sigue ahí. ¿Por qué una xiloteca? Todo comenzó, nos cuenta, cuando en uno de sus trabajos en Nigeria unos italianos le regalaron 6 muestras. Eran rectángulos de madera perfectamente cortados para que se pudiera apreciar mejor sus cualidades. Pero quedó ahí hasta que otro día, ya una vez jubilado, haciendo un mueble en el lugar donde ahora vive, talló un trozo idéntico al corte de aquellos italianos. “Ahí se me despertó el gusanillo y empecé a interesarme por conocer todos los tipos de madera y traérmelos a casa”.

Empezó pidiendo a algún podador distintas maderas, más tarde acabó incluso haciendo viajes adrede para conseguir preciadas muestras que únicamente ahí podía encontrar. En uno de esos viajes, a Cuba en esa ocasión, llegó a deshacerse de toda la ropa que transportaba para volver con la maleta cargada de nuevas adquisiciones para su xiloteca. “¡Más madera!”, ríe Manuel. También involucraba a sus conocidos para que en sus viajes le consiguieran algún ejemplar que no tenía entonces.

Más tarde se incorporó a una asociación internacional de coleccionistas como él, poniéndolo en contacto con otros buscadores de todo el mundo con los que empezó a intercambiar ejemplares.

Así hasta llegar a las aproximadamente 4.260 muestras que ahora expone en su cabaña. Una gran labor que inició solo aunque influyó a muchos pupilos que ahora poseen sus propias xilotecas en distintos puntos de España. Pero ninguna con tantos ejemplares como la de Manuel, pese a que, a diferencia de otros coleccionistas del país, nunca ha recibido la ayuda de ninguna administración.

“A tres alcaldes distintos les he ofrecido mi xiloteca para que fuera expuesta en Dénia y siempre me han dado largas”, recuerda un tanto frustrado. Incluso en cierta ocasión cuenta que vio un gran cartel con un texto del estilo de Visita la xiloteca de Dénia, utilizando su colección como reclamo turístico. Tras ello, en una visita que recibió de un grupo de turistas con un responsable del Ayuntamiento, Manuel no pudo aguantar más dejando claro: “¡Ésta es la xiloteca de Manuel, no la xiloteca de Dénia, que aquí nadie ha puesto un duro a parte de yo!”.

Dentro de la xiloteca más grande de España

La xiloteca de Manuel es una colección cuidada con mucho mimo y admirada entre los grandes expertos en la materia. Su colección y sus conocimientos adquiridos estos años le ha llevado a participar en múltiples conferencias como experto invitado e incluso ha publicado varios libros donde, en algunos de ellos, deja constancia de todo el contenido de su cabaña con ilustraciones que él mismo ha realizado.

Una colección entre las que se aprenden innumerables conocimientos. Paseando entre las estanterías doy con un trozo de un ejemplar de bambú. Manuel, al verme curiosear, me pide que lo coja y que admire, sobre todo, el tamaño. Un metro mide. “Tampoco es para tanto”, pienso. Me cuenta que eso es lo que esa especie crece cada día, que tanto es así que si te sientas a observarla se puede ver cómo va subiendo.

También me da a conocer la Amourette, la madera más cara de las que posee por su belleza y lo difícil que es encontrarla. Algunas de las muestras de su colección provienen de árboles que a día de hoy están en riesgo de desaparecer por las modas y el consumo de cierto tipo o estilo de mobiliario.

Pero tiene otro elemento en concreto que sí es prácticamente imposible encontrar en otro lugar. Lo conserva en un frasco transparente que cuelga en la pared sobre dos estanterías. Él no lo dice, pero acabo de descubrir su joya de la corona.

En 1937, el francés Ferdinand Navarra halló oculto en un glaciar los restos de una embarcación. Esa madera intuyo que proviene de ahí, pero aún la historia da para más. El glaciar estaba en el monte Ararat, que hace frontera entre Turquía, Armenia e Irán. Éste tiene 5.180 metros de altura y la embarcación fue encontrada bajo el hielo cerca de la cumbre.

Ferdinand Navarra logró recuperar un trozo de madera y enviar muestras a varios centros de investigación de El Cairo, Burdeos, París y Madrid. En esta investigación se descubrió que la madera era de Roble blanco, una especie que a día de hoy no existe. Pero lo más impactante es que se estimó que su antigüedad era de unos 5.000 años. Época del Diluvio Universal. Manuel no lo dice, mostrándose incluso un tanto escéptico, pero me obliga a unir los hilos hasta que surge en la conversación un nombre con el que puede ser conocida la embarcación a día de hoy. El del arca más célebre, propiedad del más famoso Noé.

No obstante, al preguntarle por su pieza más preciada se aleja de ésta para descubrir la parte más sentimental de su colección: el guayacán. Se trata de una madera dura y pesada con la que convivió durante su larga vida en el mar. Se usaba para fabricar los cojinetes para los ejes de las hélices de las embarcaciones. Todos los barcos en los que navegó la llevaban, por lo que no es de extrañar que tuviera una especial fijación por ese trozo de madera que hoy se expone en su xiloteca.

El futuro de la colección

Una duda, que se descubre como muy tonta tras la respuesta de Manuel, me surge al admirar tanta cantidad de maderas: ¿hay alguna que eche en falta en sus estanterías? Me contesta que existen más de 70.000 maderas distintas, por lo que por supuesto podría seguir creciendo la colección.

Ahora bien, no se le ve muy convencido de continuar con dicha labor. Manuel lleva más de 20 años creando y cuidando su xiloteca, por la que las administraciones públicas se han interesado poco. Y, ahora, con los visibles impedimentos de la edad, prefiere descansar y contemplar el resultado de dos décadas de afición.

Un hastío que descubro al bromearle con la posibilidad de que descubrieran su colección termitas que quisieran pegarse un atracón. Me responde que termitas siempre hay, por lo que tenía que tratar cada dos por tres sus muestras con mucho mimo. Pero que ahora ya le es un tanto indiferente y ha dejado de llevar a cabo esos cuidados tan laboriosos.

Lógicamente, me arrepiento de la broma en el acto. Le pregunto, viendo su reacción, si la xiloteca ha cerrado sus puertas al público para siempre. Manuel vuelve a animarse y me contesta rotundamente que en absoluto. Que sus puertas están abiertas para todos y que estará encantado de seguir recibiendo la visita de curiosos que quieran disfrutar de una colección única.

11 Comentarios
  1. Javier Jiménez Chave dice:

    Extraordinaria persona Manuel Soler. Tuve la ocasión de conocerle en unas Jornadas del profesorado de Madera y Mueble, en Valencia tomando una paella. Luego he estado en diferentes ocasiones durante estos años en las Ferias de Valencia y también en mi ciudad San Sebastián donde se le hizo un homenaje de la Formación Profesional en 2002.
    Se habla de la Xiloteca de Manuel, pero también se puede hablar de las ayudas que ha hecho en otras más pequeñas, en la xiloteca de mi instituto de San Sebastián y también en la nueva xiloteca de Profemadera, mi Asociación.
    Tengho el gran placer de ser su amigo, bueno que lo diga Manolo.
    Un abrazo para él y también mi enhorabuena tanto para el que ha realizado el reportaje y al que ha hecho las fotografías.

  2. Brigitte Marfels dice:

    A mi me gustaría visitarlo pero no indican por qué altura, km. o nombre de calle se encuentra

  3. Manín Asturies dice:

    Una pena y una vergüenza que se pueda llegar a perder semejante colección, yo como aficionado a trabajar la madera con torno y amante de todo lo relacionado con ella, me gustaría poder ayudarte Manuel Soler de alguna manera. Cuando se pueda viajar, maldito virus, intentaré hacer un viaje hasta Denia para ver tu colección. Saludos y mucha fuerza ??????

  4. Guillermina dice:

    Muy buen reportaje con pinceladas de Manolo y su Xiloteca, porque merecerían muchas más páginas.
    Es una pena que esta singularidad estatal no obtenga interés y respaldo de las administraciones publicas y así podrían conocerlo y disfrutarlo muchas personas y beneficiarse de la inmensa labor que ha estado realizando Manolo a lo largo de muchos años

  5. Paloma dice:

    Muy interesante! Qué pena que no se le ponga en valor! Cómo podría visitar ese tesoro y su creador?

  6. Iván dice:

    ¡Qué gran recuerdo me trae este artículo! Siempre estaré agradecido de la visita que hice a la xilotéca y al rato especial que compartí con Manuel. Lástima que no se le preste la atención que merece. Un abrazo grande para Manuel y mucho ánimo.

  7. Isabel dice:

    Preciosa historia de amor y conexión de un peculiar hombre Manuel Soler con la naturaleza a través de la madera. Con gran entusiasmo y exclusiva dedicación creó esta xiloteca, única en el mundo según la narración sin apoyo de instituciones sin duda un enorme esfuerzo para el creador, lo cuál agranda en mérito y al menos para mí en admiración. Enhorabuena Maestro!

  8. Rafa dice:

    Precioso artículo y preciosa pasión. No sabría decir cuál de las dos cosas es más singular, si la Xiloteca o Manolo. Al fin y al cabo la Xiloteca sólo es la colección de madera más grande de España, sólo ha necesitado 4200 tipos de madera, 20 años de dedicación y recorrer miles de kilómetros para conseguirlo, pero Manolo ha demostrado ser mucho más que un continente, que un puzle de infinitas piezas, que mil vidas o que un millón de kilómetros.
    Enhorabuena por la delicadeza que ha mostrado el periodista para hacer de una aparentemente sencilla historia, la narración de una vida, una pasión y mostrar la bondad y voluntad de alguien que está muy por encima de nuestra forma actual de vivir donde todo (menos lo verdaderamente importante) lo tenemos al momento y sin esfuerzo, pero sobre todo que está muy por encima de la corta mirada de nuestros gobernantes.
    Ojalá no se quede esta xiloteca en un bonito recuerdo del pasado. Ojalá podamos seguir disfrutando de ella muchas generaciones y alguien sepa algún día continuar este legado y ponerla en valor para todos, sin olvidar que un día alguien, llamando Manuel Soler, fue quien colocó en una estantería la primera pieza y nos enseñó a amar cada pedacito de madera, porque con cada una nos traía una pieza del puzle del mundo, de sus gentes y de la misma creación.
    Bravo Manolo!


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