Recién estrenada la nueva temporada, y tras semanas de descanso, el cuerpo de un bailarín suele resentirse con las exigencias del querido septiembre. En todos los casos, horas de entrenamiento y ensayos, exigen un ritual de calentamiento y preparación antes de cada sesión.
Un dato interesante es que, tal y como descubrió un equipo de investigadores de la University College London (UCL), los bailarines son capaces de seguir entrenando mentalmente cuando una lesión les impide hacerlo de forma física. Pero existe un protocolo y distintos recursos para evitar esta situación.
De la misma manera que son importantes los estiramientos previos a la exigencia física, el calentamiento en los bailarines es fundamental: tras estar los músculos en estado pasivo durante horas, cada uno de ellos, y en consecuencia, cada extremidad del cuerpo, recibe una irrigación lenta de flujo sanguíneo, y al iniciar un esfuerzo físico este flujo comienza a aumentar de forma gradual. El calentamiento ayuda así a evitar daños de contracciones repentinas, ya que si nos metemos en clase sin haber preparado el cuerpo los músculos empezarán a sufrir a alargamientos y contracciones torpes por no recibir el flujo sanguíneo suficiente.
Sesiones de pequeños movimientos repetitivos y sostenidos que aumentan su intensidad de forma gradual, preparan a nuestros músculos. Pero existen otros elementos o herramientas que pueden ayudar a mantener la temperatura alta y este riego óptimo que necesitan para trabajar al 100%: prendas de polyester o lana o las novedosas botas warm up de Bloch son productos que se encuentran en el mercado y facilitan al bailarín el trabajo previo al entrenamiento.
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