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La historia de Els gojos de Sant Antoni: los orígenes de una centenaria devoción en Dénia

16 de enero de 2024 - 08:00

Con la llegada del frío, cada enero, se celebra la festividad de Sant Antoni Abad o Sant Antoni del Porquet con la bendición de los animales domésticos. Fundador de monasterios, con un ideal de vida de penitencia y oración, San Antonio y sus monjes estarán asociados en especial al cerdo porque con la grasa del animal trataban el «fuego de San Antonio» o «fuego del infierno», una enfermedad producida por un fuego parasitario, el cornezuelo, que crecía en el pan de salvado.

La historia de Els gojos de Sant Antoni, cantados por las vecinas de la calle del mismo nombre en Dénia y que rescató el Arxiu Municipal en el audiovisual Els gojos de Sant Antoni, realizado por Marina Crespo, con el apoyo de la Concejalía de Cultura, tienen una tradición bien documentada. Hace veinte años, un estudio publicado desde el Archivo, por la archivera Rosa Seser y el músico Josep Sendra, dejó constancia de que els gojos de la calle de Sant Antoni se empezaron a cantar hacia el año 1930, cuando una vecina de la calle agradecida, al santo, colocó un panel cerámico con la imagen en la fachada de su casa.

Desde ese momento las vecinas celebraban la novena al santo y durante nueve días cantaban cada tarde els gojos delante del panel.

La tradición perdurará, todavía muy viva, en el 2000, cuando se publicó el estudio, pero con los años ha ido perdiéndose y el ánimo de recuperación es el que impulsó a Marina Crespo, vinculada a la calle, a realizar un audiovisual que pone de manifiesto el sentido de comunidad y los valores de convivencia vecinal y fiesta colectiva que aportan las tradiciones.

Una devoción con siglos de historia

La devoción en Dénia por San Antonio Abad es una de las más antiguas. A finales del siglo XIV la eremita Caterina Bas, conocida como sor Basota, logró licencia para construir una ermita en lo alto del Montgó, en el lugar que todos conozcamos como el cabo de San Antonio.

A lo largo del XV la ermita se mantuvo con rentas del patrimonio del rey y donativos. En el XVI el marqués de Dénia, don Bernardo, le concede las rentas de la partida de Real.

En los siglos XVII y XVIII en Dénia continuaba muy viva la devoción a Sant Antoni de la Muntanya, como era conocida la ermita. Los "mayordomos" se encargaban de pagar la fiesta. Algunos fueron muy generosos, como Joan Antoni Gavilà, que puso una campana nueva en 1785, o Domingo Llorens, que pintó la iglesia.

El Ayuntamiento de Dénia estuvo al cargo de la ermita y nombraba al ermitaño que trabajaba allí las tierras de alrededor.

A principios del siglo XX la ermita y las tierras se abandonaron. La devoción a Dénia continuó y como manifestación concreta empezaron los actos del vecindario de la calle de Sant Antoni.

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