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La fortuna de Dénia, de les Humanitats, y el reto de tender la mano al mundo real

28 de octubre de 2023 - 18:50

La segunda edición del Dénia Festival de les Humanitats ha sido un completo éxito. Y no es discutible, pese a que a día de hoy se discuta cada evidencia. Lo decía esta mañana el filósofo Víctor Gómez Pin sobre el escenario del Centre Social en referencia al cambio climático: «En la ciencia no cabe la subjetividad, porque el que legisla es el objeto». Y esto es matemática pura. Ni en las sesiones del jueves, ni en las del viernes, ni en las del sábado han quedado más de un par de plazas libres entre el público.

Y hasta aquí toda la objetividad que se puede aportar haciendo un resumen de lo que ha sido una fiesta del pensamiento y del debate. Durante tres jornadas, se han sucedido un gran número de cuestiones que han intentado abordar grandes expertos de cada materia, contando sus experiencias, apoyándose o rebatiendose entre sí. A lo que el público hemos asistido como espectadores sin dar crédito a que todo lo que estaba sucediendo estaba teniendo lugar en Dénia.

Durante la conferencia de clausura del sábado, la última del festival, el propio Gómez Pin ha hecho uso del turno de preguntas reservado a los espectadores para aportar sus ideas al debate que estaba teniendo lugar en el escenario entre Francesc Colomer y Arcadi Navarro. Él podría haber acabado ya su participación en el festival al haberse bajado del escenario, sin embargo siguió entre el público para participar como uno más, haciéndonos asistir al resto a un momento mágico en el que colisionaban varios pensadores de la forma más improvisada posible. Y nosotros estábamos formando parte de ello, por solo unos euros y tras un paseo de unos minutos desde casa.

Es una auténtica fortuna que exista un festival como este en Dénia, y no hay nada malo en sentirse, por tanto, afortunados por ello. La directora general del Libro, del Cómic y de la Lectura, María José Gálvez, quedaba fascinada el jueves con la valentía de la ciudad al haber emprendido un evento de esta categoría, pues cualquier otro festival hubiera sido mucho más sencillo y a priori gratificante. Sin embargo, un festival de humanidades es complejo, pero excesivamente necesario, aunque sea muy difícil de vender entre los vecinos y vecinas.

El festival nace con una barrera invisible enorme que se deberá abordar para hacerla desaparecer. Falta definir claramente a quién va dirigido. Víctor Gómez Pin puede estar entre el público junto a cualquier vecino de la Marina Alta, ¿pero los dos recibirán de la misma forma la información que se está transmitiendo? ¿A quién se dirigen? Y esto es muy difuso, porque dependía de las conferencias. Han habido algunas verdaderamente exigentes, que parecían dirigidas a expertos en ciertas materias. Pero, sin embargo, invitaban al público de la calle a entrar.

El mundo del festival y el real

La tarde del viernes se llegaron a acuerdos que recibieron aplausos unánimes desde el patio de butacas al mismo tiempo que se admitía que estas ideas en común luego se tenían que enfrentar al exterior, «al mundo real», asumiendo que se había creado un ecosistema independiente en el Centre Social, en este caso, donde todos compartían una forma de pensar y de ser. Es decir, se asumía ya que estaba la gente del exterior y la del interior, lo que suena demasiado excluyente siendo un festival que busca que nos detengamos todos a reflexionar, no solo aquellos que aparecen en el cartel. Y deben conseguir que ese mundo real entre a formar parte de lo que se vive dentro del Centre Social o L'Androna, porque la tarea de reflexionar para, por ejemplo, evitar guerras del futuro es de todos. Si no, otros actuarán a lo loco mientras el resto seguimos pensando.

En la inauguración se vivió una escena que ha sido de lo más comentado del festival y que marcó la mayoría de coloquios. Mientras Zülfü Livaneli estaba sobre el escenario de L'Androna, entre el público se escuchaba a un bebé. Livaneli, casi finalizando su discurso, dijo que de toda la sala la persona más importante era el bebé, pues si estaban reunidos teorizando y reflexionando era por su futuro. Pero por muchas butacas que se llenen, si no se hace partícipe de esa reflexión a las personas del «mundo real» no hay futuro posible, solo un presente un poco más envejecido.

¿Tiene Dénia el deber de democratizar las humanidades?

El trabajo ahora está en conseguir que más gente acceda al festival. Si en el D*na se logró acercar la alta cocina, la rama más exclusiva de la gastronomía, a todo el mundo, este tiene la responsabilidad de hacer lo propio con las humanidades. Parte de muchas desventajas, como los escenarios tan limitados de los que dispone Dénia para hacerlo crecer, pero no estaría de más pensar en un tercer espacio con temas y ponentes más accesibles que sirvan de trampolín para evitar el vértigo al que uno se puede enfrentar al querer seguir alguna de las conferencias más complejas.

Los escritores Jordi Amat y Marta Sanz, durante un momento de la mesa redonda sobre qué puede enseñar del futuro la literatura, hicieron una diferenciación entre una literatura para hacer personas cultas, inteligentes y críticas, y una literatura de menor valor, poco exigente, para entretener. Pero no se planteó que para acceder a esa literatura a la que nos solemos referir con el reduccionismo de «densa», se debe educar el hábito con lecturas más sencillas. Ese es el trampolín que tal vez hay que abordar también con una programación más amplia para alcanzar a gente que puede estar abrumada y piense que no es para ella ese festival. Soledad Gallego temía que Google decidiera los temas que debía leer, pero tal vez las personas del mundo real están igualmente asustadas ante lo que aparenta demasiado complejo, tal vez, para ellos.

Se están dando grandes avances para hacer crecer el festival. Vicent Grimalt, de hecho, anunciaba en la clausura que habían llegado a un acuerdo con las universidades valencianas para que la asistencia a próximas ediciones supusieran microcréditos para los estudiantes. Y es una gran noticia. Pero no hay que olvidar que la gente de la calle tiene que ser partícipe del festival, porque al final no es tan complejo, no es tan excluyente y sí es tan importante para todos. Hay que hacerlo llegar al mundo real para que vean lo afortunados que, sin duda, somos de que esto esté ocurriendo ahora en nuestra casa.

6 Comentarios
  1. Enrique dice:

    Hay multitud de científicos que cuestionan el cambio climático, alguno premio nobel. Hay un interés político por financiar los informes IPCC por parte de personajes integrantes del foro de Davos, los grandes fondos de inversión Black Rock, Vanguard … Bill Gates etc… Los que mueven los hilos de nuestros políticos títeres que están a su servicio y que nos venden las bondades de la agenda 2030. Todo esto está en la misma onda. Los beneficiarios son estos personajes; los perjudicados todos nosotros

  2. Antonio Hedilla dice:

    Muy de acuerdo contigo, pero es un buen inicio. Me falta que la gente de Denia se mezcle más con el festival y que la gente del festival se mezcle más con Denia. Y que incluso se haga una relación entre los grandes debates y las problemáticas locales, pues todo va unido. Esto sienta buena base, así que solo son ideas. Falta llevar el debate al esmorzar en el mercat, o a un instituto. Que todos los años algún ponente tenga algún debate en cada instituto, por ejemplo. Y me faltan actividades en valenciano.

    Pero es muy buena idea que debe seguir adelante

    • Elle dice:

      El mundo real
      Estoy de acuerdo contigo Antonio, el mundo real y su gente actual es lo importante lo demás son quimeras de parlanchines futuristas de grandes debates vacíos y alejados de nuestra realidad diaria.
      Para entretener esta muy bien, pero que nos queda de esto?

    • Luis dice:

      Buena propuesta Antonio, pero para poder llevar el debate a la Calle se necesita que la gente tenga una base y unos conocimientos culturales y sociales minimos , la mayoria no llegan ni a ese mínimo. Lo justo para emborracharse y cebarse de comida en Fiestas subvencionadas por el Departamento de » Cultura» del Estado.

  3. Alfredo dice:

    Una ciudad que no cuida a sus residentes más humildes es una ciudad sin alma. Ni los jóvenes ni los no tan jóvenes pueden comprar una vivienda. Estamos desenfocados, embelesados por la niebla del Montgó al aroma de gamba roja y el pensamiento de unos dirigentes mesiánicos que estan llevando a Denia a ma exclusión social y al postureo.


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