Los vecinos de Dénia se han visto las caras por primera vez desde hace casi 2 años. O al menos ha sido así en la sombra de los espacios cerrados, como supermercados o tiendas, donde desde el miércoles ya no es obligado llevar mascarilla. Y se ha hecho raro, si somos sinceros. Lo suficiente como para que muchos se hayan resistido a quitársela, pese a que querían y podían.
El escenario es nuevo, pero la escena es prácticamente la misma. En los comercios dianenses sigue reinando la mascarilla pese a que ya no es obligatoria. Y muchos, está claro, lo hacen por precaución, porque consideran que todavía es pronto. Pero tampoco son pocos los que lo hacen por costumbre, por no desentonar y por pudor.
Después de dos años con ellas uno se siente vulnerable y desprotegido al cruzar las puertas de un establecimiento sin mascarilla, muchas veces superando ese breve episodio inevitable de ansiedad cuando das con otra persona que tampoco la lleva. Pero no es tan fácil encontrarla, pues la mayoría sigue optando por ponérsela antes de cruzar el umbral, provocando que el próximo en entrar se lo piense e incluso recurra a ella para "no ser el único".
No obstante, todos sabíamos que era la última gran restricción que debíamos eliminar para poder asumir que habíamos vencido a una pandemia de más dos años. Es, en resumen, el paso final de esta larga desescalada, con tantos altibajos, y seguramente el más importante para la esperada gripalización. Seguirá costando durante un tiempo cruzar una puerta sin mascarilla, pero esperemos que en unos meses más raro se nos haga recordar que fue un "complemento" vital en nuestro día a día.
Bueno, está bien que la máscara se acabe, que los centros de vacunación cierren, el dinero está para la industria médica, 11,5 mil millones de dosis se dieron en todo el mundo. Además, cosas como el DNI digital mundial se hizo posible mientras la gente se preocupaba por morir de un virus asesino. El DNI digital es necesario ahora para los viajes internacionales, así que está establecido y se utilizará. Además, fue posible llamar sin vergüenza a una App «tracing-app», siendo honesto al respecto, porque a nadie le importaba en ese momento. Parece que es fácil: el miedo o el hambre nos disparan, la «verdad» es un lujo, podemos vivir sin ella.