La apertura del sepulcro del Pare Pere revela el cuerpo aún incorrupto del fraile

358 años después de su muerte, y después de ser trasladado desde varios lugares hasta descansar en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Dénia, el cuerpo del Pare Pere sigue incorrupto. Así lo explicó la notaria adjunta del proceso diocesano de la beatificación del ermitaño, María Asunción Sotillo, al resumir los pasos seguidos en los últimos diez años en el proceso diocesano de beatificación del Pare Pere.

El pasado mes de mayo, y como parte del proceso de demostración de lo logrado por el Pare Pere, se procedió a la apertura del sepulcro situado en uno de los laterales del altar de la Iglesia de la Asunción. Los presentes pudieron comprobar cómo el cuerpo seguía incorrupto, dato que añadieron a la extensa información recopilada durante todo este tiempo para justificar la beatificación del ermitaño.

El fraile franciscano murió en 1658 en el Real Convento de San Francisco de Valencia. En un primer momento fue enterrado en una fosa común y después a una tumba cubierta de manises. Cuando ese lugar se convirtió en cuartel, en el año 1839, hallaron su cuerpo incorrupto en una caja forrada de terciopelo carmesí con herrajes dorados, y fue trasladado a la Catedral de Valencia. Tiempo después la ciudad de Dénia solicitó sus restos, que reposaron hasta 1935 en el Archivo Municipal. Fue entonces cuando, a petición del párroco, su cuerpo se trasladó a la Iglesia. Durante la Guerra Civil Española los restos reposaron en el cementerio municipal, y una vez finalizó se trasladaron definitivamente de nuevo a la Iglesia, donde aún hoy reposan.

"Habéis regalado al mundo lo mejor que tenéis: el Pare Pere"

La ceremonia de clausura del proceso diocesano de la beatificación del Pare Pere congregó a centenares de personas en la Iglesia de la Asunción, donde el Obispo Emérito de Lleida, Joan Piris Frígola, presidió la firma de las actas y la entrega de la documentación que el Delegado Episcopal para las Causas de los Santos llevará a Roma.

Durante el acto intervino el padre Enrique Oltra, custodio de la ermita del Pare Pere y vicepostulador de la causa, que repasó la trayectoria del ermitaño y los pasos dados desde que en 2006 se propuso la beatificación del Pare Pere. Según Oltra, en Roma "no tendrán más remedio que beatificarlo", porque considera que el trabajo realizado es "muy exhaustivo". Otra realizó una petición al pueblo de Dénia, que no separen la imagen del Pare Pere de la imagen de la patrona de la ciudad, la Santísima Sangre, íntimamente ligados como siervo y señor.

Tras la declaración de autenticidad de las actas realizada por el notario actuario Ramón Fita, tomó la palabra Andrés Escrivá, presidente de la Cofradía de la Santísima Sang e impulsor de la causa en 2006. Escrivà afirmó que el plazo de diez años "ha sido corto" y agradeció el trabajo desinteresado de muchas personas por la causa.

El párroco de la Iglesia de la Asunción, Paco Revert, destacó la importancia de la figura del Pare Pere, "presente en nuestro recuerdo después de tantos años", y dio la enhorabuena al pueblo de Dénia "porque habéis regalado al mundo lo mejor que tenéis: el Pare Pere".

Antes de finalizar la ceremonia, el obispo emérito de Lleida solicitó a la notaria asjunta que explicara el proceso vivido desde que hace diez años comenzara la tramitación. Mª Asunción Sotillo se mostró sorprendida por el cariño y la devoción que la ciudad de Dénia ha demostrado por el Pare Pere, de quien dijo que "puede enseñarnos muchas cosas".

Joan Piris se congratuló por el trabajo realizado para llegar hasta aquí en favor del Predicador dels Bribons, como era conocido Fray Pedro Esteve, a quien el pueblo reconoció como apóstol del evangelio del siglo XVII.

La ceremonia de clausura del proceso diocesano de beatificación del Pare Pere finalizó con el canto de su himno, que incluye las palabras del fraile:

"Deixem fer a Déu,
i fassam lo que Deu mana.
Què mana Déu?
Que l'amem de bona gana".

Ahora queda tener paciencia y esperar a que Roma estudie la documentación y decida si aquel ermitaño que se estableció en el Montgó es merecedor de la beatificación.